Fue un antes y un después.
Después me especialicé en uñas, en una técnica que hoy está en todas partes, pero que en aquel momento casi nadie conocía: la manicura rusa y la nivelación. Más tarde llegó la Maderoterapia. Se hablaba mucho de ella, bien y mal, y yo, como siempre, investigué a fondo. Me formé con diferentes profesionales y, de todo lo aprendido, desarrollé mi propia técnica.
Eso es lo que me hace diferente.
Siempre he creído que un buen profesional se forma aprendiendo de muchos maestros, quedándose con lo más valioso de cada uno. Eso es lo que he hecho yo durante todos estos años: absorber, experimentar y crear mi propio camino en la estética.
Porque todo importa.
Por eso cuidamos todos los detalles. No para ser un centro de belleza más, sino para ser un espacio agradable, moderno y familiar donde nuestras clientas se sientan como en casa.
Un lugar que va mucho más allá de un negocio bien visto.